De la pluma al algoritmo: el arte y oficio de la escritura en la era de ChatGPT
Leé hasta el final para ver un generador infinito de caras hiperrealistas hechas con IA
Ayer estuve hablando con un abogado que viene promoviendo un movimiento llamado Lenguaje Claro, cuyo objetivo es hacer que los documentos jurídicos y legales sean mucho más fáciles de leer e interpretar por un público general. En otras palabras, disipar el humo en el mundo del derecho, para que la ciudadanía pueda tener más y mejores herramientas.
En esta charla, el especialista me tiró una frase que me hizo pensar bastante: los abogados son escritores (jamás lo había notado, pero ¿qué son esos biblioratos de centenares de páginas sino?), y por lo tanto, también en este rubro están viendo qué hacer frente a la emergencia de los grandes modelos de lenguaje.
Más allá del rubro del derecho en sí, después de la charla me quedé reflexionando en como todo el arte, oficio y profesión de escribir está siendo sacudido por la tecnología.
Si la adopción masiva de Office como herramienta e internet como canal de comunicación trastornó para siempre la forma en la que escribimos, ¿te imaginás todo lo que pueden hacer los grandes modelos de lenguaje, que directamente son capaces de hacerlo por nosotrxs?
FantasmIA escritor
Estos días salió la noticia de que Buzzfeed, el sitio responsable por popularizar las listas como forma de contenido en internet, eliminó al equipo de Buzzfeed News, su división de noticias.
Y si bien negaron de lleno que no es que esta sea la razón de los recortes presupuestarios, el hecho de que el CEO, Jonah Peretti, haya reconocido públicamente que están usando contenido generado por IA en el sitio arroja un manto razonable de duda.
“El proceso creativo se va a convertir cada vez más en algo asistido por IA y habilitado por la tecnología. Si los últimos 15 años de internet fueron definidos por los feeds que los algoritmos construyen y el contenido que estos recomiendan, los 15 que siguen van a estar definidos por la IA y los datos que nos ayudarán a crear, animar y personalizar el contenido en sí mismo”.
Jonah Peretti, CEO de Buzzfeed (link)
Lo que pasó en Buzzfeed también está pasando en otros medios, como Insider (idéntico escenario: adopción de IA primero, despidos después) o The Guardian (empezaron también a usar IA generativa en sus notas pero sin hacer reducción de personal). En Argentina por ahora no he escuchado de casos así, pero tampoco sería demasiado sorprendente que esto empiece a suceder.
Esta situación va totalmente en línea con lo que planteé en el Episodio 3 y en el Episodio 4 del podcast: los algoritmos son parte no sólo de la distribución de la cultura, sino cada vez más, parte de su creación.
En este último capítulo hablaba del uroboros algorítmico1 para expresar esta relación de ida y vuelta: los modelos de machine learning aprenden de los datos que están en internet y a partir de eso se hacen contenidos, y luego, esos mismos contenidos que genera la IA pasan también a ser parte del set de entrenamiento de los modelos, llevando a un loop en el que los algoritmos se entrenan con lo que ellos mismos producen.
Hay quienes ya empiezan a considerar que a nivel profesional, el rol de los escritores no existe más (copywriters, redactores, creadores de contenido, etc.) porque todo va a pasar a ser generado por IA.
Ha muerto la escritura: ha nacido el prompt engineering.
Como se ve en este gráfico, el prompt engineering —esto es, el arte de aprender a decirle a estas IAs generativas qué es lo que necesitamos de ellas— es algo cada vez más buscado y cada vez más requerido. Esto se da a punto tal que mucha gente afirma que sólo basta cambiar el título de lo que uno hace a “AI prompt engineer” para que te lluevan las ofertas laborales.
Ahora, no se trata sólo de aprender a usar tecnologías para que se amolden a lo que tenemos que hacer en nuestro trabajo y podamos llevarlo a cabo, sino también de aprender a escribir cómo “pedirles” a estas herramientas lo que necesitamos para que lo hagan.
De la máquina de escribir a la máquina que escribe
Cuando tenía 16 años y decidí que quería estudiar periodismo, sabía que el camino no iba a ser fácil. Pero si hace 20 años ya era una profesión bastante ingrata, pensar en estudiarla o ejercerla hoy debe ser un millón de veces peor.
“Jamás contraté a un escritor mejor que ChatGPT. Estoy francamente preocupada por las personas que van a estar sin trabajo a fin de año”, dijo Melissa Shea, fundadora de una start-up en una nota de la revista Forbes, quien contó que pasó de pagar 22 dólares por hora a los freelancers que contrataba en plataformas como Upwork, a pagar 0 (cero) mediante el uso de la versión gratis de ChatGPT.
Y no es la única persona que escuché que se enfrenta a una situación/dilema semejante: usar o no la IA para el reemplazo de tareas ““““““““básicas””””””””” (nótese por favor la cantidad de comillas).
Vale mencionar que no me tiembla la voz al decir (o las manos al tipear) que yo también lo uso cuando me parece útil. Van dos ejemplos:
Armar funciones de código híper sencillas para ser utilizadas en algo más grande y complejo. Un ejemplo real de algo que usé en un desarrollo: le pedí que me escriba una función en Python que lea una serie de caracteres y me detecte todo aquello que se encuentre entre dos guiones bajos. Podría perfectamente haberlo codeado yo, a expensas de tiempo valioso y revolver documentación de expresiones regulares (a más de un data scientist le agarra un síncope de sólo pensar en las temidas regex).
Ayudarme a redactar en inglés. Aunque me manejo realmente bien con el idioma, al no ser mi lengua madre ni ser bilingüe a veces está bueno usarlo para pulir algo ya escrito o darle indicaciones sobre lo que necesito para luego retocarlo a mano.
Y acá es donde aparece otro punto de vista en esta discusión: uno podría decir que si un chatbot híperespecializado que escupe contenido te roba el trabajo, es porque tu trabajo no era muy bueno. En esa misma nota de Forbes que mencionaba arriba, el consultor Sean O’Dowd plantea: “Si quisiera el nivel de respuesta que ChatGPT puede ofrecer, lo usaría yo. Cuando contrato a alguien, estoy buscando detalle, profundidad y más pensamiento”.
Upwork, Freelancer, Workana y el resto de las plataformas de freelancers (o de la gig economy como dicen los gringos, una forma muy glorificada de decir vivir de changas) están recibiendo una cantidad exacerbada de ofertas a las cuales les transpira el aroma artificial de la IA. Esto ya generó un conflicto legal en Upwork, donde un cliente acusó a un freelancer de usar ChatGPT, y por lo tanto, le quiso exigir que le devuelva el dinero.
Los ejecutivos de esta empresa consieran el uso de IA un problema porque según ellos afecta una supuesta “confianza” en la cual se basa la relación entre freelancers, el talento independiente y los clientes.
Pero del otro lado del mostrador, hay freelancers que dicen que pueden trabajar menos tiempo obteniendo los mismos resultados porque lo único que importa para ser vistos en internet no es la calidad sino el SEO (las técnicas de optimización del algoritmo para maximizar los resultados en las búsquedas). Por esto, argumentan que usar IA no importa en lo más mínimo y que en definitiva, todo depende de qué decida hacer Google con la visibilización en las distintas plataformas este tipo de contenido2.
Mientras tanto, hay iniciativas que plantean la necesidad de etiquetar ciertos productos para certificar que “fueron confeccionados por seres humanos”, o que “no hubo IA involucrada en su desarrollo”.
Trabajar como un humano, vivir como un robot
El tema de trasfondo que me vuela la cabeza con la emergencia de la IA generativa es qué va a pasar con el mundo laboral. Pero no desde una perspectiva “materialista”, a falta de mejor palabra, sino hasta filosófica y conceptual.
Hay un interrogante que va a la raíz misma del sistema y que el uso de las IAs habilita a rediscutir de una forma extrema: ¿por qué alguien debería dedicar horas de su vida a hacer tareas de mierda, que te destruyen el espíritu, que son mediocres, monótonas y repetitivas, cuando ya puede hacerlas una máquina? ¿No se suponía que el desarrollo y progreso eran para vivir mejor?
De hecho, la emergencia de la IA generativa volvió a reflotar muy fuerte el debate por el ingreso básico universal, porque hay una pregunta que empieza a parecer dolorosamente obvia: ¿por qué se considera socialmente necesario que alguien entregue horas de su vida, por ejemplo atendiendo un teléfono, sólo para “hacer algo” a cambio de alguna clase de remuneración que le permita mantenerse con vida?
Todo esto me pareció doblemente interesante. Porque por un lado, creo que se trata de lo que hace humano a lo humano: siempre rescato la famosa diferencia entre el trabajo creativo y el trabajo alienado, y creo que cuando surgen debates a partir de estas tecnologías, se puede ver esa distinción con un poco más de nitidez.
Cuando O’Dowd habla del “detalle humano” que busca en quienes contrata, a mí me remite mucho al concepto de aura de Walter Benjamin: es la búsqueda de aquello intangiblemente atado al aquí y ahora. Es ese algo que hace a cierta obra única, original e irrepetible que así como no puede ser replicado por una máquina, tampoco puede ser vendido en masa3.
Y por otro lado, porque se trata del supuesto que yace en el fundamento mismo de nuestra sociedad: cómo nos tenemos que repartir las tareas que hay que hacer para que la rueda gire, para que la máquina se mueva, para que “el sistema funcione”. Pero más aún, qué obtiene cada quien a cambio por hacerlo.
La industrialización fordista fue responsable de la desaparición de miles de puestos laborales, pero también de la creación de otros tantos. Y así como es válido pensar cuál es el mundo laboral que nos dejó la generación que nos antecedió, es hora de empezar a pensar cuál es el que le vamos a dejar a la que viene.
¡Hasta la próxima!
Como siempre, gracias por haber llegado hasta acá. Van algunos links simpáticos que te pueden interesar:
Si te quedaste ancladx en los 90 y extrañás a la formación clásica de Oasis, acá tenés a alguien que se cansó de esperar a que los hermanos dejen de odiarse y armó una versión con IA apropiadamente llamada Aisis.
El LLM de Google, Bard, aprendió un idioma con el que prácticamente no fue entrenado. Acá Sundar Pichai, CEO de la compañía, reconoce que no tienen idea de cómo pasó. ¿No te llena de paz?
Esta es una página bastante conocida y clásica en el mundillo de datos: This Person Does Not Exist (esta persona no existe) te provee fotos en primer plano de personas generadas por IA con un nivel extremo de realismo.
Si escuchaste el capítulo, ¿captaste la referencia gamer en la música en esta sección? 👾 Hacer el uroboros algorítmico fue tan desafiante como divertido y vale la mención al crack de Nico Dalmas de Mothercaster Media, mi socio creativo en este delirio sonoro.
Una muestra más del poderío que tiene Google en los buscadores, al que me referí en este envío.
Siempre dije que la obsesión (estupidísima) con los NFTs era una aspiración tecnócrata de capturar ese aura de originalidad en un hash para meterlo en una base de datos.