Donde hay una necesidad, nace una recomendación
Leé hasta el final para conmoverte con un bot que escribe como el Flaco Spinetta
Estoy de vacaciones, y el algoritmo lo sabe.
En este momento no estoy en Buenos Aires, porque me fui a pasar el mes en una casita en un pueblo a la vera de una laguna, apenas más de cien kilómetros al suroeste de donde vivo.
Es un lugar con cincuenta manzanas, que debe tener unos 300 habitantes fijos —principalmente personas mayores ya retiradas—, con calles de tierra que se vuela por los aires cuando sopla un viento fuerte a causa de la sequía que está afectando a escala nacional.
No tengo señal si no estoy conectado al wifi, los comercios son contados y hay dos o tres bares que abren básicamente cuando quieren.
Y los sistemas de recomendación de mi teléfono no saben qué recomendar.
Necesito alguien que me emparche un poco
Hace como tres vidas atrás trabajé como redactor en una revista de publicidad, y en una reunión de staff el director me amenazó —dedo en alto y todo— diciendo que “no quería influencias marxistoides en su revista”.
Y todo por decir que el marketing es el arte de venderle a la gente cosas que no necesita.
Este es un debate muy interesante y que se extiende a lo largo de un par de décadas: ¿qué es lo que necesitamos?
Esta discusión en muchas instancias se dio desde una perspectiva un tanto ordinal, contraponiendo “necesidades verdaderas” a “necesidades falsas”, donde la línea entre qué es lo necesario y lo que no lo es depende completamente del punto que quiera sostener la persona.
Por ejemplo, hay quienes opinan —a mi criterio, de forma completamente errónea hoy en día— que el acceso a Internet no debería ser un derecho básico, porque no es una necesidad básica como podría ser el agua, la educación, la salud, etcétera.
Más allá de que quienes hacen política basados en esa idea tampoco colaboran a garantizar ningún otro derecho básico, el punto es que para mí a eso le falta de una vuelta de tuerca más.
Hay una corriente muy interesante, que se conoce como Desarrollo a escala humana, elaborada por Manfred Max Neef y Antonio Elizalde, que plantea que una cosa son nuestras necesidades y otra muy distinta es la forma en que las satisfacemos.
El modelo económico imperante dio más importancia a los objetos que a las personas. Por eso es que sabemos medir muy bien el crecimiento cuantitativo, pero no tanto el cualitativo. Para poner un ejemplo, es mucho más fácil constatar el “producto bruto per cápita” —en última instancia es contar dinero y dividir— pero es dificilísimo saber, por ejemplo, si una sociedad es feliz.
Para abordar esa clase de conceptos, la propuesta de los autores es medir la calidad de vida, es decir, las posibilidades que tengan las personas de satisfacer adecuadamente sus necesidades humanas fundamentales.
Y acá viene la vuelta de tuerca: estas necesidades que tenemos como humanos son pocas, clasificables y universales.
A lo largo de todas las civilizaciones, en todos los períodos, nuestras necesidades siempre fueron, son y serán las mismas. Lo que cambia y está determinado de forma cultural e histórica fueron las formas que encontramos de satisfacerlas.
Vuelve el deseo y la ansiedad de este cuerpo
Los sistemas de recomendación son los algoritmos encargados de mantener tu atención en la plataforma en la que estés.
¿Te gustó esta canción? Acá va otra del mismo estilo.
¿Te interesa este producto? La gente como vos también compró este otro.
¿Terminaste esta serie? Esta tiene a la misma actriz.
El tema es que usando toda la información que tienen las redes sociales sobre nosotrxs, los sistemas de recomendación también son los que se encargan de venderte productos y generarte necesidades que hasta el momento no tenías.
A modo de spoiler por estar suscriptx al newsletter, te adelanto que el próximo capítulo del podcast trata exactamente sobre eso: las formas en que los sistemas de recomendación ahora son parte de las industrias culturales que inciden en la identidad de una persona.
Las compañías dueñas de las redes sociales, hoy en día, cuentan con una cantidad de información escalofriante sobre nosotrxs —por momentos, sin duda hasta más que los propios Estados—.
Y en este sentido, la conexión que existe entre las recomendaciones de contenidos que hace una red social y la creación de avisos publicitarios targetizados de acuerdo a tus intereses es como comer papas fritas con cerveza: no existe mejor combinación posible, pero no es saludable a largo plazo.
Tenemos un tremendo desafío por delante: frenar y repensar nuestras ansias de consumo no sólo por los indicadores de la inflación y devaluación que nos ponen un límite objetivo, sino también por haber hecho un poquito de introspección.
Un consumo con sentido es muy distinto a un consumo consentido.
No va a ser de un día al otro, pero re/deconstruir esos hábitos y costumbres —que son tanto analógicos como digitales— es necesario para que la tecnología contribuya de forma positiva para satisfacer nuestras necesidades colectivas.
¡Hasta la próxima!
¡Gracias por llegar hasta acá! Te dejo algunos links/memes/cosas que me parecieron interesantes.
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Todo el mundo del trueno / Y corto lejos del aire / El cristales muertas de aquellos muros / Ni luna...
¿Quién quiere a ChatGPT cuando tenemos un bot que escribe canciones de Spinetta? El autor no se guarda ningún secreto y muestra el detrás de escena, con código, modelos y toda la bola: acá está el artículo.