24 veces feliz año nuevo
Lee hasta el final para que una IA te enseñe a construir una máquina del tiempo
El tiempo también es una construcción social.
Este email salió de mi computadora en ese breve período en el que coexisten dos años: acá todavía es 2022, en tierras japonesas (donde vive uno de mis mejores amigos) ya están en el 2023.
El sociólogo Anthony Giddens plantea que la aparición y masificación del reloj fue una de las piedras fundacionales de la modernidad.
¿Cuál fue su potencial revolucionario? Desde ese entonces, se hizo posible atar de una forma mucho más exacta el tiempo al espacio: es decir, “a las tres y cuarenta y cinco minutos de la tarde, vos tenés que estar en este lugar”.
En esencia, la idea raíz del capitalismo —la venta de horas de trabajo—, fue posible gracias a que pudimos empezar a cuantificar el tiempo.
Históricamente, el tiempo se midió de acuerdo a la rotación de la Tierra, que se suponía que era uniforme y pareja. Pero a medida que hubo más desarrollos tecnológicos, se detectó que ese escenario era falso, y en consecuencia, aparecieron maneras un poco más estables de medirlo.
Y para eso hubo que ir al nivel atómico.
Como conté en el segundo capítulo del podcast, yo trabajé en el INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial), que entre sus muchas funciones es el referente metrológico de Argentina, garantizando que todas las medidas en cualquier unidad tengan un patrón contra el cual contrastarse.
Dicho en términos más fáciles: el que garantiza que un metro mida un metro, que un kilo pese un kilo, etc.
En el caso del tiempo, en el INTI hay desde desde el año 2008 un reloj atómico de cesio que se encarga de marcar la unidad de tiempo: el segundo.
Siendo sociólogo la física atómica está muy fuera de mi alcance, pero simplificando muchísimo, la idea es bombardear átomos de cesio con microondas de distintas frecuencias, y calcular el tiempo de aquella que maximiza la absorción de radiaciones y emisión de fotones.
No te preocupes, yo tampoco entendí nada.
El punto es que traducir el tiempo a algo que podamos manipular, tiene los mismos desafíos de siempre en cuanto a traducir la realidad en datos.
Hoy es una edición muy libre de este newsletter a modo de reflexión de fin de año y no quiero hablar de la cuestión técnica, pero vale mencionar que quienes trabajamos con datos sabemos que tratar con variables temporales no es una cuestión menor, porque se requieren técnicas analíticas y presupuestos metodológicos muy diferentes.
Y a esto se le suma que, como bien sabe cualquiera que haya hecho planking, la percepción misma del tiempo también es relativa.
Nosotrxs (en general) lo sentimos como algo lineal y “hacia adelante”, pero hubo civilizaciones y pueblos que no compartieron esta cosmovisión (por ejemplo la aymara, que percibe el pasado hacia adelante y el futuro hacia atrás).
La tecnología nos hace soñar con el futuro, pero nuestra huella digital en forma de recuerdos de Facebook y una montaña cada vez más grande de fotos, chats e historias, nos recuerdan el pasado de una forma mucho más gráfica, concreta y personalizada que a cualquiera de las generaciones que nos antecedió.
No hay absolutamente nada en la naturaleza que diga que el 31 de diciembre a las 23.59 pasa algo que cambie el 1 de enero.
Pero algo pasa.
En todo el mundo, de manera coordinada, en 24 veces sucesivas a intervalos regulares y siguiendo todas las normas que nos autoimpusimos en forma de husos horarios,
las líneas explotan,
las antenas se exigen,
las baterías se drenan,
los servidores escalan,
los entornos virtuales se autoreplican,
los load balancers se ordenan,
los data lakes se particionan,
las notificaciones push aparecen,
y la gente sonríe.
Porque empezó un año nuevo, y podemos compartir eso que nos genera con los demás.
A veces parece que soy pesimista y apocalíptico, pero la realidad es todo lo contrario: nunca más que hoy —y más todavía con todo lo que va a ser el 2023 en materia de desarrollos basados en IA— creo en el potencial de la tecnología para acercarnos más a una realidad más justa, más igualitaria, y en consecuencia, más feliz.
No tengo ni la más remota idea de cómo se logró el consenso y/o coerción que hizo posible que se alcanzara un acuerdo a escala planetaria respecto a la forma de medir el tiempo.
Pero de alguna forma hay que empezar a dar la discusión que permita construir esos acuerdos a idéntica escala. Y hay que hacerlo pronto.
Brindo porque en el 2023, la ciencia, la tecnología y el uso responsable de los datos tengan una voz activa y presente en la construcción de una sociedad más igualitaria y justa que la que tenemos ahora.
¡Feliz año nuevo!
Nuevamente, ¡gracias por ser parte de este espacio!
Había dicho que no iba a sacar un newsletter hoy, pero las fiestas y el exceso de vitel toné me pusieron filosófico.
Dicho esto, para cerrar esta edición, te dejo un video alucinante que usa no uno, no dos, sino TRES productos con inteligencia artificial:
Primero, tomaron a GPT3 (el predecesor de ChatGPT) y le hicieron preguntas.
Esas respuestas fueron insumo de un producto que genera asistentes virtuales mediante IA para obtener la voz.
Y con eso, crearon un video sintético de una persona hablando para obtener el cuerpo.
Con todo esto, hicieron una entrevista con el algoritmo en el que le preguntan cómo construir una máquina del tiempo. El resultado es muy gracioso (y por momentos bastante alucinante), y podés verlo acá.